En nuestros días las diversas -y a veces contradictorias- campañas televisivas de los candidatos de un frente político al parlamento causan inquietud e incertidumbre en nuestra sociedad, siendo el Perú uno de los países con mayor demanda de credibilidad política.
El problema radica en la forma y el contenido de las campañas. Existe una tremenda desproporción entre los recursos económicos de los distintos partidos y su importancia en la vida social y política del país. Esto es muy claro en el uso de los medios de comunicación, especialmente la televisión. El empleo de este medio es lo que distingue a la comunicación en las campañas electorales modernas.
La TV ha influido de manera determinante en la forma y estilo de la campaña política. Pero su uso, lleno de los mayores avances de la tecnología, es extremadamente costoso. De esta manera, el elemento discriminador de los partidos, para acceder a una gran audiencia, es su capacidad económica o la de sus candidatos. Es así que el partido que logra obtener importantes recursos está en condiciones de tener una cobertura mayor y potencial audiencia, que no se logra en ningún otro medio. Para ilustrar el caso nuestro, podemos señalar que Lima posee 963,000 hogares con televisor, que cubre un universo de 3'134,400 personas mayores de 18 años, es decir, el 98% del electorado limeño. Asimismo, en la capital peruana se concentran algo menos que la mitad de los televisores en el ámbito nacional. No existe, pues, un medio más masificado que la televisión. Más aún si tenemos en cuenta que, como promedio general, el televidente en horario estelar (7 a 11 pm.), se encuentra frente al televisor por lo menos dos horas y media diarias. Por lo tanto, en épocas electorales, es un potencial consumidor de información política y publicidad electoral.
Carla Delgado Salinas
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